
SOLITARIA MUCHACHA DE ROSA
Ahora, en pleno festival de la primavera según el calendario lunar chino, es imposible que una muchacha de rosa pasee sola por debajo de mi casa, tal y como muestra la foto. Sólo ha nevado en una ocasión durante este invierno benigno y suave. En fin, lo que quiero contar es que sí que hay muchos chinos en China, tal y como todo el mundo me pregunta en España.
No hay nada como visitar la Ciudad Prohibida por estas fechas y verse vapuleado por los miles de grupos de turistas chinos tocados con gorras de diferentes colores. En el metro hay un "empujador" que aprieta los vagones, en Shanghai los controladores de tráfico te amenazan seriamente en el caso de que quieras bajarte de la acera y a la hora de comprar en el supermercado te toca lidiar con mareas humanas, mientras que después subes a la duodécima planta del edificio en el que trabajas junto con 8.000 empleados.
Los chinos se sientan en el vagón del metro todos vestidos igual: los hombres de oscuro, las chicas jóvenes con tacones y plumas rosas y casi todos te observan (al guiri).
La masa te mira y tú les devuelves la mirada con curiosidad, sabiéndote fuera y sorprendida de la homogeneidad, de que todo medio funcione, de que los taxistas ni se inmuten cuando les embisten por el lado, de que nadie pite de forma histérica como cuando uno conduce Madrid. Las masa es una marea y tú no perteneces a ella, pero te mueves a su ritmo y aprendes a hacerte cada vez un poco más invisible y a valorar la soledad. También te preguntas cómo de iguales parecerán los madrileños vistos con ojos foráneos.