
SOLDADITO CHINO
Los soldaditos o policías o guardias de seguridad vigilan por doquier en Pekín: en la puerta de tu edificio, en cada planta del trabajo de las empresas estatales, los aparcamientos, por no hablar de los grupitos que de pronto recorren una calle haciendo ejercicio y gritando consignas militares. Pero lejos de dar la sensación de vivir en un país militarizado, sientes compasión por estos normalmente adolescentes o jovencísimos pequeños chinos desgarbados, metidos en uniformes siete tallas mayor, que les confieren un aire de tragicómicas marionetas.
Probablemente reclutarán a los jóvenes más pobres para esta tarea ingrata y aburrida de vigilar, pero lo que se me escapa es el motivo de seleccionar a los más poca cosa, con los cuerpecitos más escuchimizados y las miradas más dulces y tímidas.
Un ejemplo de ello fue hace unos meses en Dashanzi, el distrito artístico de Pekín, también controlado por soldaditos. Mi novio quiso fotografiar a uno, por supuesto con su inmenso uniforme y sentado en un amplio sofá de cuero negro al atardecer. Como ofrecía cierta resistencia, me senté en el brazo del sofá a su lado por disimular alguna foto, y el tipo sólo quería agarrarme de la cintura fuerte y darme un beso. No quiero que penséis que los soldados aquí son una versión china de Paco Martínez Soria, pero esta visión iría menos desencaminada que otras, desde luego.
A propósito de vigilancia: ayer ví la película alemana "La vida de los otros", y creo que rescata de manera excepcional toda la dureza, la ambigüedad, la tristeza y la opresión de los regímenes represivos comunistas como el de la antigua RDA.